Quizás las matemáticas no serían llamadas las ciencias exactas si de vez en cuando, y sólo de vez en cuando, no surgiera una lumbrera que encontrase algún error determinante que había pasado desapercibido a lo largo de años y años de concienzudos cálculos y tirase por tierra la teoría matemática más sólida que pudiese existir. Así podría darse el caso de que un buen día un científico con cara de loco, o que por tal fuese tomado por sus colegas en general, demostrase de manera irrefutable, per negationem, la teoría de la cuadratura del círculo.
De la misma manera, si algún matemático obstinado está en la labor de demostrar que un taburete de tres patas puede cojear, encontrará argumentos incuestionables en la temporada 2013/14 del Córdoba C. F. para demostrar sus estudios Porque en el todavía nuevo mundo de las S.A.D. la realidad de un equipo de fútbol se asienta sobre tres patas nada más: el accionista mayoritario o propietario, los recursos deportivos y técnicos, y la afición. Sólo tres patas y sin embargo nuestro taburete cojea, que diría el astrónomo aquel.
Los hechos han dejado meridianamente demostrado que la directiva no ha declarado el partido contra el Murcia medio día del club por motivos económicos; como también ha quedado claro que los incondicionales, como aficionado, me situaron en una disyuntiva que me hicieron sentirme rehén de una causa con la que estoy de acuerdo. Si hay algo evidente en todo lo sucedido esta semana es que todo se ha debido a una filtración de información; no sé si unos supieron antes de tiempo que los otros pensaban montar una protesta, o que estos supieron antes de tiempo que aquellos pensaban declarar el partido como medio día del club. En todo caso, por reflexión y porque entendí que era la única manera de no ser tomado como un número, decidí asistir al partido.
¿Porque qué decir de la materia oscura, por seguir con los símiles científicos, de los cuatro o cinco mil abonados que el pasado sábado no estuvieron ni dentro ni fuera del estadio? Para mí éste es el más sangrante del cúmulo de despropósitos en que se ha convertido esta jornada para el cordobesismo. ¿Senequismo? ¡Bah!
Mi protesta simbólica, institucional, consistió en no cantar el himno a la salida de los jugadores y escuchar con vergüenza como por primera vez en la historia se escuchaban más alto los bombos y gritos de un grupo reducido de aficionados del equipo contrario que el canto del himno. Luego animé al equipo lo que pude; y no me hubiese importado unirme tras el partido a los que se quedaron fuera, pero parece ser que aquellos entonces se afanaban más en increpar a los que habíamos entrado que en expresar su disconformidad con la directiva.
¡Ah!, y de la tercera pata de este taburete, el equipo, no voy a hablar, porque analizar el partido del sábado pasado o hablar de fútbol me parece ahora, sin más, una ofensa al equipo de mis amores.
De la misma manera, si algún matemático obstinado está en la labor de demostrar que un taburete de tres patas puede cojear, encontrará argumentos incuestionables en la temporada 2013/14 del Córdoba C. F. para demostrar sus estudios Porque en el todavía nuevo mundo de las S.A.D. la realidad de un equipo de fútbol se asienta sobre tres patas nada más: el accionista mayoritario o propietario, los recursos deportivos y técnicos, y la afición. Sólo tres patas y sin embargo nuestro taburete cojea, que diría el astrónomo aquel.
Los hechos han dejado meridianamente demostrado que la directiva no ha declarado el partido contra el Murcia medio día del club por motivos económicos; como también ha quedado claro que los incondicionales, como aficionado, me situaron en una disyuntiva que me hicieron sentirme rehén de una causa con la que estoy de acuerdo. Si hay algo evidente en todo lo sucedido esta semana es que todo se ha debido a una filtración de información; no sé si unos supieron antes de tiempo que los otros pensaban montar una protesta, o que estos supieron antes de tiempo que aquellos pensaban declarar el partido como medio día del club. En todo caso, por reflexión y porque entendí que era la única manera de no ser tomado como un número, decidí asistir al partido.
¿Porque qué decir de la materia oscura, por seguir con los símiles científicos, de los cuatro o cinco mil abonados que el pasado sábado no estuvieron ni dentro ni fuera del estadio? Para mí éste es el más sangrante del cúmulo de despropósitos en que se ha convertido esta jornada para el cordobesismo. ¿Senequismo? ¡Bah!
Mi protesta simbólica, institucional, consistió en no cantar el himno a la salida de los jugadores y escuchar con vergüenza como por primera vez en la historia se escuchaban más alto los bombos y gritos de un grupo reducido de aficionados del equipo contrario que el canto del himno. Luego animé al equipo lo que pude; y no me hubiese importado unirme tras el partido a los que se quedaron fuera, pero parece ser que aquellos entonces se afanaban más en increpar a los que habíamos entrado que en expresar su disconformidad con la directiva.
¡Ah!, y de la tercera pata de este taburete, el equipo, no voy a hablar, porque analizar el partido del sábado pasado o hablar de fútbol me parece ahora, sin más, una ofensa al equipo de mis amores.